sábado, 1 de noviembre de 2008

Aire de silencio.

Los Sábados por la mañana tienen olor a silencio. Te busco suspendido en el aire, no quiero tu cuerpo presente frente a mí. Quiero encontrar en el vacío la quietud de tu mirada hablándome de dos amantes cobardes que retrasan su encuentro por temor a que nada haya sido verdad.
Yo sé donde andás, te reconozco entre la gente que anda por calle con la calma de un pueblo. El sol es terco y fuerte, no se da por vencido, y yo quisiera ver llover. La primavera es hermosa, pero no hace juego con mi melancolía. La lluvia me acompaña a la nostalgia, juega conmigo en el borde de la tristeza y después me dibuja una sonrisa para recordarme que no estoy triste.
Los sábados por la mañana se me antojan míos, y la gente que los camina, los vive, los disfruta, los sufre y los ocupa, no son más que extras en mi película. Yo monto el sonido, lo manejo, escucho a Sabina con aquella voz vieja en el tiempo pero nueva en el uso: "...en medio de Praga crecían amapolas como un reto rojo al gris hormigón".
Yo decido el final, lo cambio, lo retoco, lo armo y lo desarmo pero siempre es el mismo: fundido a negro, silencio. Es hora de irse, la mañana se termina y el sábado deja de ser mío.



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3 comentarios:

Tomás Edo Torres dijo...

linda prosa!!! espero compartir literatura con vos, saludos desde valencia españa

Quique dijo...

me encanta... :) te reencontré después de años. Es lo que tiene releer los posts de uno mismo, y los comentarios que otros dejaron.

Sobre el espacio dijo...

"Los sábados por la mañana se me antojan míos, y la gente que los camina, los vive, los disfruta, los sufre y los ocupa, no son más que extras en mi película..."


Tan de uno y tan de todos.